El pionero actor de doblaje y maestro de actores Salvador Arias falleció el pasado 22 de noviembre a los 92 años. Su vida es un ejemplo de pasión, trabajo y compromiso incansable, tanto con su profesión como con sus principios. En su juventud, su amor por la literatura le llevó a la Residencia de Estudiantes, donde hizo amistad con los miembros de la Generazión del 27. Formó parte de la Alianza de Intelectuales Antifascistas y las Guerrillas del Teatro, dirigidas por Rafael Alberti y Mª Teresa León, con quienes descubrió su verdadera vocación, la interpretación, y comenzó a trabajar en el teatro. Paradójicamente, tras la guerra, la obligación franquista de doblar todas las películas para poder censurarlas propició el desarrollo de una industria en la que Salvador desarrolló su oficio con absoluta maestría. Dobló miles de personajes, dirigió los doblajes de cientos de películas históricas, como por ejemplo Ciudadano Kane (por la que entabló una relación de amistad y mutua admiración con Orson Welles), y dirigió los Estudios Arcofón. Posteriormente fundó su propia escuela en la que se han formado generaciones de actores de doblaje, hoy profesores también muchos de ellos, a quienes instruyó principalmente interpretación ("no se puede doblar sin ser un buen actor", según sus propias palabras), pero también en humanismo, pasión y compromiso.

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